Paseando estos días por los lineales de cualquier gran cadena de supermercados puedes encontrar diferencias abismales de precios en un producto que básicamente en su etiquetado pone: aceite de oliva. Para la gran mayoría de los consumidores no deja de extrañar que haya aceites de oliva (intenso o suave) de marcas de distribuidor que se vendan actualmente a 3,50 euros el litro y que compartan el lineal con botellas en PET de virgen extra de conocidas marcas a 5,98 euros el litro ¿estamos hablando del mismo producto siendo el envase es el mismo?
Indudablemente no, pero la imagen que queda en el consumidor siempre es de duda. ¿Alguien me está engañando?, se preguntará ante una diferencia de 1,50 euros por litro. Evidentemente no. Simplemente son políticas de empresa o de compra o de venta de las cadenas de supermercados o de las propias envasadoras. Lo que está muy claro es que ante estas diferencias tan abismales de precios, propias de principio o final de campaña, las estrategias de venta de las compañías marquistas resultan muy complicadas. Facturan más por unidad pero venden muchos menos litros.
Una de las cosas buenas que ha tenido el alza de precios del aceite de oliva, especialmente del virgen y virgen extra, en los últimos meses es que el consumidor ha aprendido a valorar que la calidad de un producto agroalimentario tiene su precio. Cuando el cliente final ve durante meses que el precio del oliva, incluso el de la marca blanca, no baja de una horquilla de 3.40 a 4 euros el litro aprenderá a comprender que se trata de un producto de calidad por el que hay que pagar. Como lo están haciendo ya desde hace años millones de consumidores en todo el mundo. Mucho peor resulta cuando dentro de una misma campaña, como ha ocurrido algún año, las diferencias de precios en origen del oliva oscilaban hasta en un 40%.
Como recordaba, Pedro Domínguez, Business Unit Director The Nielsen Company”, “las tormentas de precios no son buenas de cara al consumidor. Es como si un coche bueno valiera un año 30.000 euros y al ir a comprarlo valiera 60.000 euros. No conozco otro producto agroalimentario con unas fluctuaciones tan grandes de cara al consumidor”. Para Domínguez, “hay una sensibilidad patente al precio y a las promociones. Aunque será muy importante de cara al futuro sorprender al consumidor con nuevas experiencias, sin olvidar la cuestión de la salud y la sostenibilidad. Hay una parte de consumidores bipolares que están dispuestos a pagar mucho por un gin tonic y no lo hacen con un buen producto alimentario”.